Teorías no estocásticas
El envejecimiento estaría predeterminado. Estas teorías proponen que el envejecimiento sería la continuación del proceso de desarrollo y diferenciación, y correspondería a la última etapa dentro de una secuencia de eventos codificados en el genoma.
Hasta la fecha se conocen 4 grupos de genes en los cromosomas 1 y 4, que dan información sobre cese de la división celular (genes inhibidores). Se sabe también que existen oncogenes estimuladores del crecimiento, los cuales al activarse determinan división celular infinita, lo que resulta en una célula inmortal (cancerosa).
Según parece, el envejecimiento celular estaría condicionado por la pérdida progresiva con la edad de material genético en los extremos de los cromosomas: los telómeros. Cada vez que una célula del organismo se reproduce, el telómero se acorta. Cuanto más se acorte dicho telómero, mayor es la afectación en la forma de expresión celular de su código celular y el resultado es el envejecimiento celular.
Como ejemplo, en la progeria los telómeros del niño al nacer tienen la longitud equivalente a una persona de 90 años, en cambio en el sd. de Werner tienen una longitud normal pero se acortan más rápidamente que los telómeros normales. Asimismo, la exposición excesiva al sol, las infecciones y las heridas, la exposición a radiaciones, el estrés y el tabaquismo hacen necesaria una replicación celular más rápida, por lo que se acelera a su vez la pérdida de los telómeros.
Debido al acortamiento telomérico se limita la capacidad de proliferación de las células, esto limitará el número de divisiones posibles y por lo tanto condicionará la duración de su vida («Reloj telomérico).
Por lo tanto, la capacidad de reparación del ADN a su vez se correlacionará positivamente con la longevidad de las diferentes especies. Una enzima denominada telomerasa será capaz de compensar la pérdida del ADN telomérico reconstruyendo su secuencia. Dicha enzima se encuentra principalmente en las células sexuales y en las cancerosas.
Debatida durante mucho tiempo, por fin esta hipótesis ha sido validada. La posibilidad de controlar el reloj telomérico abre el camino hacia nuevos tratamientos de las patologías relacionadas con la vejez.
En conclusión, existe fuerte evidencia de un control genético del proceso de envejecimiento, tanto en el ámbito celular como del organismo en su totalidad, pero aún faltan más estudios que analicen la correlación entre este control genético y los factores ambientales.
No existe una teoría sobre el envejecimiento que pueda explicarlo completamente. Probablemente envejecer sea la consecuencia de una serie de factores, intrínsecos y extrínsecos, que interactúan sobre el organismo a lo largo del tiempo, y determinan finalmente un debilitamiento de la homeostasis que culmina con la muerte. El proceso de envejecimiento sería el resultado de la interacción entre las noxas que atacan al organismo, y los mecanismos de defensa, todo esto en un individuo con su carga genética determinada.
Si bien es cierto que el envejecimiento es un proceso universal, no ocurre en forma uniforme en los diferentes individuos de una misma especie, ni tampoco en los distintos órganos de una misma persona. Es característicamente heterogéneo.
Aún falta mucho por comprender acerca del proceso de envejecimiento y obviamente estamos lejos de encontrar la «fórmula de la eterna juventud». Teóricamente, la prolongación de la vida tendría un máximo determinado por la longevidad de cada especie y parece lógico afirmar que el secreto de cómo prolongar la vida está en el arte de aprender cómo no acortarla.
En la práctica, lo que realmente importa es la edad funcional de la persona, y no su edad cronológica. Es ésta la que va a indicar su capacidad de autosuficiencia para las actividades del diario vivir.
Más importante que dar más años a la vida, es dar más vida a los años, esto es, a fin de cuentas, aumentar la «calidad de vida».
- Teoría del marcapasos (Reloj del envejecimiento». Burnet, 1970): Los sistemas inmune y neuroendocrino serían «marcadores» intrínsecos del envejecimiento. Su involución estaría genéticamente determinada para tener lugar en momentos específicos de la vida. En la versión más popular de esta teoría, se piensa que el «reloj del envejecimiento» reside en el hipotálamo. Asimismo el timo jugaría un rol fundamental en el envejecimiento, ya que al alterarse la función de los linfocitos T, disminuye la inmunidad y aumentan, entre otros, la frecuencia de cánceres.
- Teoría genética: Aunque no se conocen exactamente los mecanismos involucrados, está claro que el factor genético es un importante determinante del proceso de envejecimiento. Existen patrones de longevidad específicos para cada especie animal. También existe una mucho mejor correlación en la sobrevida entre gemelos monocigotos, que entre hermanos. Asimismo, la sobrevida de los padres se correlaciona bien con la de sus hijos. En los dos síndromes de envejecimiento prematuro (sd. de Wemer y progeria), en los cuales los niños mueren de enfermedades relacionadas al envejecimiento, hay una alteración genética autosómica hereditaria. En el hombre, células de piel obtenidas de recién nacidos se pueden dividir 60 veces, las de adultos viejos se dividen 45 veces, y las células de sujetos con síndrome de Wemer se dividen 30 veces solamente.
Hasta la fecha se conocen 4 grupos de genes en los cromosomas 1 y 4, que dan información sobre cese de la división celular (genes inhibidores). Se sabe también que existen oncogenes estimuladores del crecimiento, los cuales al activarse determinan división celular infinita, lo que resulta en una célula inmortal (cancerosa).
Según parece, el envejecimiento celular estaría condicionado por la pérdida progresiva con la edad de material genético en los extremos de los cromosomas: los telómeros. Cada vez que una célula del organismo se reproduce, el telómero se acorta. Cuanto más se acorte dicho telómero, mayor es la afectación en la forma de expresión celular de su código celular y el resultado es el envejecimiento celular.
Como ejemplo, en la progeria los telómeros del niño al nacer tienen la longitud equivalente a una persona de 90 años, en cambio en el sd. de Werner tienen una longitud normal pero se acortan más rápidamente que los telómeros normales. Asimismo, la exposición excesiva al sol, las infecciones y las heridas, la exposición a radiaciones, el estrés y el tabaquismo hacen necesaria una replicación celular más rápida, por lo que se acelera a su vez la pérdida de los telómeros.
Debido al acortamiento telomérico se limita la capacidad de proliferación de las células, esto limitará el número de divisiones posibles y por lo tanto condicionará la duración de su vida («Reloj telomérico).
Por lo tanto, la capacidad de reparación del ADN a su vez se correlacionará positivamente con la longevidad de las diferentes especies. Una enzima denominada telomerasa será capaz de compensar la pérdida del ADN telomérico reconstruyendo su secuencia. Dicha enzima se encuentra principalmente en las células sexuales y en las cancerosas.
Debatida durante mucho tiempo, por fin esta hipótesis ha sido validada. La posibilidad de controlar el reloj telomérico abre el camino hacia nuevos tratamientos de las patologías relacionadas con la vejez.
En conclusión, existe fuerte evidencia de un control genético del proceso de envejecimiento, tanto en el ámbito celular como del organismo en su totalidad, pero aún faltan más estudios que analicen la correlación entre este control genético y los factores ambientales.
No existe una teoría sobre el envejecimiento que pueda explicarlo completamente. Probablemente envejecer sea la consecuencia de una serie de factores, intrínsecos y extrínsecos, que interactúan sobre el organismo a lo largo del tiempo, y determinan finalmente un debilitamiento de la homeostasis que culmina con la muerte. El proceso de envejecimiento sería el resultado de la interacción entre las noxas que atacan al organismo, y los mecanismos de defensa, todo esto en un individuo con su carga genética determinada.
Si bien es cierto que el envejecimiento es un proceso universal, no ocurre en forma uniforme en los diferentes individuos de una misma especie, ni tampoco en los distintos órganos de una misma persona. Es característicamente heterogéneo.
Aún falta mucho por comprender acerca del proceso de envejecimiento y obviamente estamos lejos de encontrar la «fórmula de la eterna juventud». Teóricamente, la prolongación de la vida tendría un máximo determinado por la longevidad de cada especie y parece lógico afirmar que el secreto de cómo prolongar la vida está en el arte de aprender cómo no acortarla.
En la práctica, lo que realmente importa es la edad funcional de la persona, y no su edad cronológica. Es ésta la que va a indicar su capacidad de autosuficiencia para las actividades del diario vivir.
Más importante que dar más años a la vida, es dar más vida a los años, esto es, a fin de cuentas, aumentar la «calidad de vida».
Hasta la fecha se conocen 4 grupos de genes en los cromosomas 1 y 4, que dan información sobre cese de la división celular (genes inhibidores). Se sabe también que existen oncogenes estimuladores del crecimiento, los cuales al activarse determinan división celular infinita, lo que resulta en una célula inmortal (cancerosa).
Según parece, el envejecimiento celular estaría condicionado por la pérdida progresiva con la edad de material genético en los extremos de los cromosomas: los telómeros. Cada vez que una célula del organismo se reproduce, el telómero se acorta. Cuanto más se acorte dicho telómero, mayor es la afectación en la forma de expresión celular de su código celular y el resultado es el envejecimiento celular.
Como ejemplo, en la progeria los telómeros del niño al nacer tienen la longitud equivalente a una persona de 90 años, en cambio en el sd. de Werner tienen una longitud normal pero se acortan más rápidamente que los telómeros normales. Asimismo, la exposición excesiva al sol, las infecciones y las heridas, la exposición a radiaciones, el estrés y el tabaquismo hacen necesaria una replicación celular más rápida, por lo que se acelera a su vez la pérdida de los telómeros.
Debido al acortamiento telomérico se limita la capacidad de proliferación de las células, esto limitará el número de divisiones posibles y por lo tanto condicionará la duración de su vida («Reloj telomérico).
Por lo tanto, la capacidad de reparación del ADN a su vez se correlacionará positivamente con la longevidad de las diferentes especies. Una enzima denominada telomerasa será capaz de compensar la pérdida del ADN telomérico reconstruyendo su secuencia. Dicha enzima se encuentra principalmente en las células sexuales y en las cancerosas.
Debatida durante mucho tiempo, por fin esta hipótesis ha sido validada. La posibilidad de controlar el reloj telomérico abre el camino hacia nuevos tratamientos de las patologías relacionadas con la vejez.
En conclusión, existe fuerte evidencia de un control genético del proceso de envejecimiento, tanto en el ámbito celular como del organismo en su totalidad, pero aún faltan más estudios que analicen la correlación entre este control genético y los factores ambientales.
No existe una teoría sobre el envejecimiento que pueda explicarlo completamente. Probablemente envejecer sea la consecuencia de una serie de factores, intrínsecos y extrínsecos, que interactúan sobre el organismo a lo largo del tiempo, y determinan finalmente un debilitamiento de la homeostasis que culmina con la muerte. El proceso de envejecimiento sería el resultado de la interacción entre las noxas que atacan al organismo, y los mecanismos de defensa, todo esto en un individuo con su carga genética determinada.
Si bien es cierto que el envejecimiento es un proceso universal, no ocurre en forma uniforme en los diferentes individuos de una misma especie, ni tampoco en los distintos órganos de una misma persona. Es característicamente heterogéneo.
Aún falta mucho por comprender acerca del proceso de envejecimiento y obviamente estamos lejos de encontrar la «fórmula de la eterna juventud». Teóricamente, la prolongación de la vida tendría un máximo determinado por la longevidad de cada especie y parece lógico afirmar que el secreto de cómo prolongar la vida está en el arte de aprender cómo no acortarla.
En la práctica, lo que realmente importa es la edad funcional de la persona, y no su edad cronológica. Es ésta la que va a indicar su capacidad de autosuficiencia para las actividades del diario vivir.
Más importante que dar más años a la vida, es dar más vida a los años, esto es, a fin de cuentas, aumentar la «calidad de vida».
Según parece, el envejecimiento celular estaría condicionado por la pérdida progresiva con la edad de material genético en los extremos de los cromosomas: los telómeros. Cada vez que una célula del organismo se reproduce, el telómero se acorta. Cuanto más se acorte dicho telómero, mayor es la afectación en la forma de expresión celular de su código celular y el resultado es el envejecimiento celular.
Como ejemplo, en la progeria los telómeros del niño al nacer tienen la longitud equivalente a una persona de 90 años, en cambio en el sd. de Werner tienen una longitud normal pero se acortan más rápidamente que los telómeros normales. Asimismo, la exposición excesiva al sol, las infecciones y las heridas, la exposición a radiaciones, el estrés y el tabaquismo hacen necesaria una replicación celular más rápida, por lo que se acelera a su vez la pérdida de los telómeros.
Debido al acortamiento telomérico se limita la capacidad de proliferación de las células, esto limitará el número de divisiones posibles y por lo tanto condicionará la duración de su vida («Reloj telomérico).
Por lo tanto, la capacidad de reparación del ADN a su vez se correlacionará positivamente con la longevidad de las diferentes especies. Una enzima denominada telomerasa será capaz de compensar la pérdida del ADN telomérico reconstruyendo su secuencia. Dicha enzima se encuentra principalmente en las células sexuales y en las cancerosas.
Debatida durante mucho tiempo, por fin esta hipótesis ha sido validada. La posibilidad de controlar el reloj telomérico abre el camino hacia nuevos tratamientos de las patologías relacionadas con la vejez.
En conclusión, existe fuerte evidencia de un control genético del proceso de envejecimiento, tanto en el ámbito celular como del organismo en su totalidad, pero aún faltan más estudios que analicen la correlación entre este control genético y los factores ambientales.
No existe una teoría sobre el envejecimiento que pueda explicarlo completamente. Probablemente envejecer sea la consecuencia de una serie de factores, intrínsecos y extrínsecos, que interactúan sobre el organismo a lo largo del tiempo, y determinan finalmente un debilitamiento de la homeostasis que culmina con la muerte. El proceso de envejecimiento sería el resultado de la interacción entre las noxas que atacan al organismo, y los mecanismos de defensa, todo esto en un individuo con su carga genética determinada.
Si bien es cierto que el envejecimiento es un proceso universal, no ocurre en forma uniforme en los diferentes individuos de una misma especie, ni tampoco en los distintos órganos de una misma persona. Es característicamente heterogéneo.
Aún falta mucho por comprender acerca del proceso de envejecimiento y obviamente estamos lejos de encontrar la «fórmula de la eterna juventud». Teóricamente, la prolongación de la vida tendría un máximo determinado por la longevidad de cada especie y parece lógico afirmar que el secreto de cómo prolongar la vida está en el arte de aprender cómo no acortarla.
En la práctica, lo que realmente importa es la edad funcional de la persona, y no su edad cronológica. Es ésta la que va a indicar su capacidad de autosuficiencia para las actividades del diario vivir.
Más importante que dar más años a la vida, es dar más vida a los años, esto es, a fin de cuentas, aumentar la «calidad de vida».
Casa pia, envejecimiento y calidad de vida, recuperado de http://www.casapia.com/informaciones/Envejecimiento-Calidad-De-Vida/Teorias-Sobre-El-Envejecimiento.htm